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Equivocarse no es bueno

 
 

¿Qué estamos tratando cuando hablamos de elegir el futuro?


Cuando hablamos del futuro, según la Real Academia Española (RAE), nos referimos a algo que está por venir y que ocurrirá con el tiempo. Por lo tanto, cuando discutimos sobre el futuro, no estamos refiriéndonos a certezas o hechos confirmados, sino a deseos e intenciones.


Para predecir el futuro, formulamos hipótesis, que no son más que suposiciones sobre algo posible o incluso improbable, y que permiten derivar una conclusión o consecuencia. Para crear una hipótesis sólida, es fundamental contar con la mayor cantidad de información posible, y que esta información sea precisa y confiable.


Cuando un estudiante está en proceso de tomar decisiones sobre sus estudios superiores, con el objetivo de alcanzar un campo profesional, en realidad está formulando una hipótesis sobre algo que espera que se cumpla.


En ese momento de toma de decisiones acerca de los estudios superiores, no está decidiendo solo lo que hará durante los próximos 4 o 6 años, sino a qué se dedicará profesionalmente la mayor parte de su vida. Si opta por estudiar Medicina, es muy improbable que lo contraten como abogado. Por lo tanto, no solo está eligiendo qué estudiar, sino en qué trabajará a nivel profesional.


Cada decisión que tome influirá en las decisiones futuras que podrá adoptar. Por ejemplo, imaginemos que vamos a hacer un trayecto en coche desde Bilbao a Sevilla. Lo más lógico sería tomar la autopista hacia Burgos, luego de Burgos a Salamanca, de Salamanca a Badajoz, y de Badajoz a Sevilla. Cada punto en el trayecto nos llevará al siguiente. Pero, ¿qué sucede si cuando estamos en Badajoz cambiamos de idea y decidimos ir a Nantes (Francia)? Tendríamos que deshacer el camino recorrido, invirtiendo nuevamente tiempo y dinero en realizar el nuevo trayecto.


Este ejemplo sirve para ilustrar que el trayecto que un estudiante decide con solo 15 años y que lo llevará a su campo profesional es lo que bauticemos como vertical profesional.


La vertical profesional es el camino que recorrerá un estudiante hasta alcanzar su objetivo profesional, es decir, su profesión.


Esta vertical comienza en la mayoría de países cuando el estudiante tiene aproximadamente 15 años, y se completa cuando la persona se convierte en un profesional.


Para diseñar esa vertical, primero es necesario elegir el destino: la profesión. No se puede trazar un camino sin saber previamente a dónde se quiere llegar. Como mencionamos en el ejemplo del coche, no podemos decidir por dónde iremos a Sevilla sin antes definir que nuestro destino es Sevilla. Aunque parezca absurdo, eso es lo que hacen muchos estudiantes: eligen un bachillerato que los lleva a una carrera, y esa carrera los conduce a una profesión que no habían decidido al inicio del viaje.


La vertical es el camino que, si se sigue correctamente, llevará directamente al objetivo. Si quiero ser médico, existe una vertical más estratégica para lograrlo.


Cada vez que alguien se equivoca de vertical, tendrá que realizar un movimiento horizontal, o incluso retroceder en su trayecto. Por lo tanto, cada vez que se cambia de vertical, deberá invertir más tiempo, esfuerzo y dinero para reubicarse en una nueva. Siguiendo con el ejemplo del coche, para ir de Burgos a Nantes, tendríamos que volver sobre nuestros pasos, dedicando más horas de conducción, reactivando nuestra motivación y gastando más dinero en el viaje.


Cuanto más avanzado esté el camino recorrido en una vertical, más difícil será cambiar a otra. No es lo mismo cambiar de destino cuando aún estamos en las afueras de Bilbao, habiendo recorrido unos pocos kilómetros, que estando ya en Badajoz, tras haber recorrido 700 kilómetros.


La vertical profesional también incluye el sector en el que una persona desarrollará su carrera.


Una persona con formación en finanzas puede trabajar en una empresa del sector deportivo, en la banca, en una promotora inmobiliaria o incluso en una empresa de jamones. La profesión será la misma (financiero), pero el sector será diferente, y este a menudo influye en nuestra felicidad en el entorno laboral. No es lo mismo trabajar en una empresa que vende jamones que en una que comercializa calzado deportivo. Ni la empresa, ni las personas que trabajan en ella, ni el sector son iguales; no tienen nada que ver.


La vertical profesional relacionada con el sector puede comenzar desde el bachillerato, ya que, a los 16 años, una persona en la mayoría de los países puede firmar un contrato laboral. Por lo tanto, esta vertical puede iniciarse trabajando unas horas los sábados, festivos o durante las vacaciones en una empresa del sector que más nos interese. Por ejemplo, si te gusta el sector del automóvil, pasar algunas horas en un taller mecánico te será útil.


Estas primeras horas laborales influyen en las futuras prácticas, ya que una empresa del sector automotriz siempre valorará más a alguien que ya ha trabajado en el sector y que conoce el negocio. Lo mismo ocurre con el primer empleo: una empresa apreciará que el candidato ya tenga experiencia en ese ámbito específico.


El primer empleo marcará los empleos futuros, por las razones mencionadas anteriormente. Si una persona trabaja en un banco y decide cambiarse a una empresa de calzado deportivo, es probable que esa empresa prefiera a alguien con experiencia en el sector deportivo, más que a alguien que ni siquiera sabe lo que son unos cordones.


La vertical a menudo culmina con un máster de especialización, que solo debería cursarse cuando uno tiene muy claro en qué sector desea desarrollarse.


Como podemos observar, elegir el futuro no se trata solo de acertar en la decisión. Es un acto estratégico para diseñar bien el camino que llevará a un estudiante hacia el futuro que desea.


Las consecuencias de este proceso se reflejan en los datos: casi la mitad de los estudiantes que eligen formación profesional de nivel básico abandonan; 1 de cada 3 lo hace en la formación profesional superior. Lo mismo ocurre con los universitarios, donde el 21% abandona definitivamente la universidad.


Pero, cuando esto sucede, solemos bromear, compartimos "memes" por WhatsApp e inventamos una "cura": esa cura se llama “equivocarse es bueno”, cuando la palabra “equivocarse” define exactamente lo contrario de acertar.


No creo que nadie emprenda un proyecto o viaje considerando como positivo el error.


Equivocarse no es bueno, es malo, aunque debemos valorar que solo se equivoca quien toma decisiones.


Como conclusión, equivocarse tiene consecuencias, y que dependiendo del momento en que ocurra, esas consecuencias pueden ser más o menos graves.


Y sí, puede que estés pensando que equivocarse permite aprender, lo cual es cierto, pero también se aprende a través del éxito. Y estarás de acuerdo que es mucho mejor aprender teniendo éxito.


Para que tus estudiantes puedan diseñar su vertical no encontrarás una herramienta mejor que MeOrienta. Solicita AQUÍ una reunión individual y sin compromiso para que te expliquemos el programa MeOrienta para tu centro.


Gracias por ser como eres, gracias por ser de MeOrienta. ¡Bienvenida a MeOrienta!

 

 

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En el compromiso que tenemos en Zeno Quantum con la igualad de las personas, el texto está redactado en género masculino ya que la RAE mantiene que el masculino genérico se usa para ambos sexos y que no excluye a la mujer.


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